4.10.24

Opinión. Los destellos, el canto a la vida de Pilar Palomero

Opinión de Los destellos, magnífica película de Pilar Palomero.


En el cartel de Las niñas, la primera película de Pilar Palomero, salían unas chavalas de un colegio de monjas con un uniforme muy similar al que llevaba yo. Diferían los años en los que transcurría (lo mío fue anterior), pero era fácil identificarse con lo que nos contaba. Luego llegó La maternal, una realidad, la de una menor de edad embarazada, completamente ajena a mí, aunque recuerdo que alguna compañera de mi colegio vivió algo similar, incluso peor, eso de hacer pasar a tu hijo por tu propio hermano. En este crecimiento como directora, Pilar Palomero da un paso de gigante en Los destellos al saltar del nacimiento y la adolescencia directamente a la muerte. Una película que desde su título pretende ser un canto a la vida pero que inevitablemente habla del tabú más grande que soportamos. No nos enseñan a enfrentarnos a la desaparición de un ser querido, ni contamos con herramientas sociales para asimilar de una forma consciente lo que supone decirle adiós a alguien que ha significado algo en nuestra existencia. 

Lo mejor de Los destellos es la mirada de Patricia López Arnaiz, una mujer sosegada, que dice más por lo que calla, alejada del mundanal ruido, que vive en el campo una vida tranquila, sin sobresaltos, hasta que su hija le anima a visitar al que fue su marido hace muchos años, aquejado de una enfermedad terminal. Lo que podría ser un melodrama romántico, un reencuentro entre dos personas que se quisieron y que deciden revivir sus mejores momentos juntos, se transforma en mucho más. Lo importante no es lo que se tuvo, lo que les unió, ni tan siquiera lo que les desunió. Aquí no valen ni los recuerdos nostálgicos ni los reproches, en Los destellos se mira a la muerte de frente. 

Lo interesante o al menos lo que más me enganchó del tratamiento de la directora es cómo se racionaliza el momento a cada paso. Cómo consigue que te pongas en los zapatos de la protagonista. Hay un señor que se muere (ay esa escena de la ducha de Antonio de la Torre, tan silencioso, tan delicado, qué legancia en todo), un señor al que quise mucho, y que está solo. Y tengo a una hija que me pide que lo asista en sus últimos momentos. Esta mujer que no querría reencontrarse con su pasado, que vive una vida feliz con otro hombre, cede y lo hace con absoluta conciencia de lo que está pasando y es este punto al que yo me engancho. Cómo conseguir hacer fácil un momento difícil como ayudar al enfermo terminal en sus últimos días de vida. Y lo que podría haber sido un filme lacrimógeno y oscuro se torna en una mirada en positivo. 

Este señor no pide nada, al contrario, rechaza el cuidado. Se ha encerrado en su casa, en sí mismo. él ha tirado la toalla pero es ella la que al final tira del carro, la que consigue que, como dirían los antiguos, se vaya en paz. Se olvidan los malos momentos y se opta por la sensibilidad (yo no lo llamaría caridad). Hay muchas miradas, ese baile padre-hija, absoluta maaravilla, una escena con personas reales de cuidados intensivos que pone muchas cosas en su sitio (quién cuida al cuidador), y un potente mensaje: todos vamos a pasar por lo mismo, ojalá no estar solos en ese último momento. Algo que curiosamente ha tratado Almodóvar en La habitación de al lado y también la serie Rapa. 

Yo vi la película en el Festival de San Sebastián y me emocioné al ver a los protagonistas llorar ante el descomunal aplauso del público tras la proyección. Evité empatizar demasiado con la historia, pero si el espectador ha sufrido una pérdida recientemente que se prepare porque algo, mucho, se le removerá por dentro. Que es lo normal, lo que deberíamos entender desde que nacemos. Ojalá menos tabúes y más aprendizaje. Esta película consigue que entiendas muchas cosas. Para mí, Los destellos es la mejor película de Pilar Palomero y una de las imprescindibles del año.

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