3.10.24

Justicia artificial: ¿te gustaría que un robot te juzgase?

Ayer asistí al pase organizado por EGEDA y Platino EDUCA en Iberseries & Platino Industria de la película Justicia artificial, con Verónica Echegui, Tamar Novas, Alba Galocha y Alberto Ammann. Me interesa mucho el tema (a quién no) de la inteligencia artificial y mucho más aplicada a la ley. Por aquí comentaré algunas de las ideas que se plantearon en el coloquio moderado por Fernando R. Lafuente (asesor universitario de Platino EDUCA, Fundación Ortega-Marañón) en el que participaron Mariela Besuievsky (productora Tornasol), Juan Fernández Tamames (abogado, comité de cumplimiento penal, Telefónica), Antonio del Moral (magistrado del Tribunal Supremo) y Alberto Ammann (actor y protagonista del filme). Disponible en Prime Video desde el 14 de noviembre.


En Justicia artificial el gobierno español anuncia un referéndum para aprobar un sistema de IA con el que sustituir a los jueces humanos. Antes de que el juez acabe de escuchar al acusado, la IA ya ha decidido. La máquina es más rápida, pero, ¿es también más justa? Lo que surge entonces es un análisis de lo que podría ser la justicia del futuro, una suerte de pre-Minority Report a la española, con la acción y suspense propias de un thriller, pues la jueza se enfrenta al debate rodeada de personajes capaces de vender su alma al diablo con tal de salirse con la suya.

El director Simón Casal, según comentó la productora en la charla, quería analizar cómo el big data influye en los procesos democráticos. Cuando entró el chatGPT focalizó más el tema en la justicia, como representación de los valores de la democracia. La mujer de Casal le dio algunas pistas pues es jueza en Betanzos, cómo es el día a día del juzgado, el papeleo. Verónica Echegui, que interpreta a una jueza indecisa ante la situación, asistió a juicios, vio cómo interactuaban y qué decisiones tomaban los jueces. Al guion inicial se añadió el elemento personal, pues la jueza quiere quedarse embarazada: mientras la IA le aconseja no hacerlo, entendemos que la suya es una elección muy personal. 

La IA nos lleva a un aumento de la eficiencia de los procesos, incluida la justicia. Entre otras cosas el filme plantea la dicotomía, qué se prefiere, una justicia lenta y humana, o una justicia rápida pero artificial. Tamames apostó en el coloquio por elevar la discusión, pues la justicia no es otra cosa que un servicio al ciudadano, con lo cual la justicia tiene que ser en cualquier caso eficaz. También comentó que los jueces son los que más poder tienen en España, que podrían ser más amigables, pero que, según él, en cualquier caso tratan a todo el mundo por igual, con respeto pero con severidad. Y apuntó a un miedo lógico: si ya hay IA que está creando programas y tomando decisiones sin ayuda del ser humano, quién está controlando eso. También se habló de los códigos VIP. ¿Puede una IA decidir quién muere y quién no?

Antonio del Moral, el magistrado del Tribunal Supremo, comentó por su parte, que ya existen tecnologías predictivas que determinan por el histórico: gracias a lo que ha pasado, te predice lo que puede pasar. Pero la película plantea la evolución: si la tecnología va a predominar sobre el ser humano debería estar legislado. Porque interpretar la ley es interpretar una ley cambiante. Y dijo algo muy interesante: lo justo no es lo exacto. El algoritmo ofrece lo exacto pero no lo justo. El algoritmo carece de elementos como la empatía, la humanidad, el dar a cada uno lo suyo, no dar lo mismo. Es ingenuo pensar que todo lo que haga un juez es justo, pero lo intentan. Si se mantiene esa empatía se aproximará más a lo justo que si se convierten en unos indolentes. Su postura era clara.

Alberto Ammann puso sobre la mesa el miedo a lo desconocido. El algoritmo de una plataforma le propone cosas que no le interesan. Nos conocen desde hace 15 años porque se lo hemos regalado con las cookies. Pero todo eso al servicio de qué está. Para Ammann la película es elegante y adulta porque le quita floritura, los efectos especiales, lo que cuenta no suena a lejano, parece que está a la vuelta de la esquina. Carmen Costa (el personaje de Echegui) cuenta la parte humana, frente a una creación nuestra que en 20 años nos va a dominar, lo cual es surrealista. Y parece como si no creyéramos que va a suceder. Cuando vio 2001, la peli de Kubrick, y vio la videollamada pensó que eso nunca iba a ocurrir, y hoy lo tenemos en el móvil. Y derivó en un discurso sobre la justicia en general. La justicia está intoxicada de corrupción al servicio de un sistema en el que el ser humano está por debajo del capital. Justifica que haya guerra, venta de armas, de niños, con nuestros impuestos. "La mafia de la que es seguidor Milei se ha metido en las instituciones". 

 La justicia humana es imperfecta. Lo que está por ver es si la justicia artificial es mejor o peor, pero no cabe la menor duda de que esa justicia decidirá vidas humanas y ya sabemos qué nos ha contado la literatura sobre el monstruo de Frankenstein.

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