
No sé quién engañó a
Harrison Ford para ponerse semejante sombrero. Su villano de
Cowboys & Aliens, aparte de dejar que los caballos castiguen a los que no le bailan el agua (él no se mancha las manos), no le llega a la suela de los zapatos a la tortuga cabrona de
Rango. Hasta el estrávico Rango tiene más enjundia que esa especie de héroe amnésico que es
Daniel Craig (con lo que a mí me gusta) más cercano a un
Terminator campestre que a un cowboy abducido por los aliens. Todo este jardín en el que me he metido es porque ví seguidas Rango y después Cowboys & Aliens, sin premeditación ni alevosía. Rango se me hizo larga, pero me pareció un alarde de imaginación y de diseño de personajes. Cowboys & Aliens también me pareció original (los alienígenas se presentan en el Oeste), pero es una cinta de acción, sin más, para pasar un buen rato y seguir preguntándote qué le pasa a
Spielberg (productor) con los seres de otros planetas. Si en Rango
Gore Verbinski hubiera metido alienígenas hubiera sido la bomba, pienso. Y si
Jon Favreau hubiera repartido mejor los papeles protagonistas hubiéramos estado ante otra película. Mejor, sin duda.
Ayer, curiosamente, ví
American Graffiti en la tele, y tal y como
comenté en mi Twitter, Harrison Ford no se quiso cortar el pelo para el personaje y
George Lucas le obligó a llevar sombrero. Eso fue en 1973. Un año antes ya se había calzado uno en la serie
La ley del revólver (Gunsmoke). Y en el 81, Spielberg convertiría el Fedora en un icono gracias a
Indiana Jones. Todos estos sombreros le quedaban mucho mejor.


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