
Odio y deseo. Así funciona el mundo y así se alternan las
tendencias para este otoño invierno. Unas nos harán dudar; otras serán imprescindibles. Tú eliges. Vestirse de hombre. Las transparencias. El minimalismo. Las pamelas. Los prints de serpiente, de cocodrilo. Los brillos, el dorado… La moda es un amor extraño, muchas veces inconfesable, otras, autodestructivo y contradictorio, incómodo. La estética
transgresora, la que despierta mayor pasión y adversión, tuvo en la Semana de la Moda de París a su visionario,
Marc Jacobs. Si el año pasado su línea para
Louis Vuitton se inspiró en las rubias de
Hitchcock y en la serie
Mad Men, para esta temporada el diseñador nos imagina como la
Charlotte Rampling de la controvertida
Portero de noche, aquel drama de 1973 dirigido por
Liliana Cavani en el que una judía reconocía en el portero de su hotel (
Dirk Bogarde) al oficial nazi que la había vejado sexualmente en un campo de concentración. De ese imaginario sadomaso surgen los modelos de Marc Jacobs. Gorras enganchadas por debajo de la barbillla con el logo impreso de la marca. Camisas negras transparentes con cuellos bebé blancos. Faldas entalladas con cinturones de charol. Guantes de cuero, botas de caucho brillante, abrigos militares. Hasta de los
bolsos Lock it colgaban unas esposas agarradas a las muñecas, eso sí, en pavé de diamantes.
Que algo tan sórdido resultase bello sobre la pasarela es digno de admirar. La semana comenzaba con las polémicas declaraciones antisemitas de
Galliano y acababa con el guiño fascista de la marca francesa. Un desfile –militar– fetichista. Tan deslumbrante como chocante. La moda, está claro, también es una superviviente. (foto
vía).
[Columna publicada en Cinemanía noviembre 2011]
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